¿Te consideras tímido y te gustaría luchar contra ello? ¿Te gustaría ser una persona más extrovertida? ¿Quieres ampliar tu círculo de amigos pero no sabes cómo hacerlo?
Los seres humanos somos animales sociales, nuestra felicidad está unida a la de nuestras relaciones. Pero rara vez las relaciones que establecemos a lo largo de la vida son plenamente satisfactorias. Uno de los principales aspectos que afectan a la creación de nuevas relaciones, o incluso el mantenimiento de las ya consolidadas es la inseguridad. Todos en cierta medida tenemos inseguridades en algún aspecto de nuestra vida. En el campo de las relaciones, la inseguridad se traduce en timidez, introversión, vergüenza e incluso miedo; algunas de las situaciones más comunes son hablar en público, sonrojarnos ante una persona desconocida o simplemente preferimos pasar desapercibidos. Para disfrutar de nuestras relaciones sociales, debemos perder esos miedos y exponernos sin reticencias a ese tipo de situaciones, que en principio nos desagradan, admitiendo que no somos perfectos y que podemos fallar, pero con la intención de aprender y mejorar siempre que se de la ocasión.
En el tímido solemos encontrar a una persona con una elevada autoexigencia, es decir, una persona con unos estándares muy altos acerca de lo que es desenvolverse bien en la vida, con un nivel de exigencia en si mismo superlativo e inalcanzable, por lo que estará avocado al fracaso incluso antes de comenzar la tarea. Imaginemos que en el interior del tímido existe un severo juez que está atento a todo cuanto éste haga, desde las conductas más cotidianas hasta las más excepcionales. La persona no se da cuenta de que este juez, construido con fragmentos de experiencias pasadas, no es más que una parte de sí mismo, pero que él proyecta fuera, en las personas que lo rodean considerándolas demasiado exigentes e imposibles de satisfacer. Una imagen distorsionada de quien debería ser, le impide ver quién es realmente.
Otro gran obstáculo que debe superar el tímido es la vergüenza, considerada como un sentimiento negativo de no ser suficientemente bueno y la certeza (subjetiva) de que esto se nota externamente y es imposible de ocultar a los demás. La vergüenza mina nuestra autoestima a través de sus consecuencias más destructivas: el autodesprecio. Tras la vergüenza ante la evidencia de hacer las cosas mal, de frustrar las expectativas depositadas en nosotros por nuestro entorno, surge el sentimiento de culpa. Y por último, agreguemos un ingrediente más a este cóctel autodestructivo vinculado al miedo, a la desconfianza y a la inseguridad, como es la incapacidad de permanecer en el presente y la tendencia a imaginar el imprevisible futuro como nefasto.
Una vez que conocemos todos los factores implicados en la inseguridad para relacionarnos adecuadamente, tenemos que comenzar a trabajar ciertos aspectos que nos ayudarán a ganar confianza en nosotros mismos, así como entrenar nuestras habilidades sociales. Te proponemos una serie de claves que te ayudarán a comenzar esta tarea:
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Entrenamiento en relajación: la relajación muscular es una potente arma para luchar contra la ansiedad. Un continuo entrenamiento en relajación durante varias semanas te permitirá manejar adecuadamente situaciones potencialmente estresantes como hablar en público o entrar en nuevos círculos sociales.
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Explora nuevas experiencias: es normal sentir cierto nerviosismo ante situaciones desconocidas, pero es importante abrir caminos hacia el cambio, pues éste te lleva al aprendizaje y de ahi a la excelencia. Empieza con pequeños cambios para ir ganando en seguridad y te será más fácil avanzar.
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Vive el presente: olvida las errores pasados y las preocupaciones futuras; céntrate en el aquí y ahora, y toma las decisiones que necesiten ser tomadas a cada momento. En el tema de las relaciones relájate y déjate llevar, suele ser la mejor opción.
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Ríete de tus miedos: ya conoces el funcionamiento de tu mente intentando boicotear cualquier relación que emprendas o habilidad que descubras. No creas todo lo que tu mente catastrofista intenta decirte y tómalo con humor.
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Háblate en positivo: destierra de tu vocabulario las palabras “nunca y siempre”, son falsas y catastrofistas frenándote a la hora de actuar y creando emociones negativas que no nos interesan. Cada vez que emprendas un nuevo proyecto piensa “¿por qué no?” y atrévete, haciéndolo realidad será la única manera de comprobar si sale bien o mal. Si sale bien genial y si sale mal, siempre sabrás algo más que al principio.
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Identifica los síntomas: al igual que cuando estás nervioso/a sientes enrojecer o un nudo en el estómago, debes aprender a identificar la timidez, la vergüenza y la inseguridad como síntomas; esto te permitirá ver estas emociones como algo variable y no como un rasgo estable de tu personalidad. Tómate una pastilla de “acción” y libérate de estos desagradables síntomas que te bloquean e impiden establecer adecuadas relaciones sociales.
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Busca lo auténtico: cambia el foco de atención de afuera hacia adentro. Deja de lado la agobiante interpretación de señales que crees encontrar en el entorno (miradas reprobatorias, comentarios malintencionados..) y busca dentro de ti; no a esa persona que crees que deberías ser, sino a quien quieres ser realmente. Cuándo sepas esto, habrás encontrado la brújula que te indicará el camino correcto.
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Nadie es perfecto: al igual que tú tienes miedos e inseguridades, todo el mundo los tiene en algún aspecto de su vida, por mucho que su fachada aparente completa confianza en si mismo. Absolutamente todos requerimos amor y reconocimiento y todos sufrimos cuando no los obtenemos.
[quotes]Cuestiónate la idea de que todo el mundo está en esta vida para observar tu lista de errores y defectos[/quotes]
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