¿Te preocupas en exceso? ¿Eres excesivamente sensible a los problemas propios y ajenos? ¿Sientes que la vida te supera?
Hay muchas personas con una gran capacidad de sensibilización ante los problemas o situaciones conflictivas, este rasgo puede ser una virtud en tanto que no pasa desapercibido el malestar propio o ajeno viviendo intensamente tanto su sufrimiento como su felicidad. Muchas de estas personas también poseen gran fortaleza que les permite contrarrestar la sensibilidad pudiendo poner remedio al sufrimiento a través de la puesta en marcha de diferentes estrategias que le permitirán solventar el problema de forma eficaz. El problema está cuando el rasgo de sensibilidad se lleva al extremo, de tal modo que se convierte en preocupación excesiva por todo lo que le rodea, llegando a sentirse abrumado por la situación llegando a bloquear sus pautas de actuación. Las personas que tienden a preocuparse en exceso sufren por todo aquello que no se ajusta a sus esquemas, de manera que terminan ofuscándose por cientos de cosas que para otra persona supondrían nimiedades.
Este tipo de comportamientos existen por un motivo, quizás oculto o inconsciente para la persona, pero que le es útil y por ello sigue actuando de este modo. El problema radica en la falta de aceptación de la realidad. Consideramos que el problema nos supera y somos incapaces de resolverlo, por lo tanto lo único que podemos hacer es preocuparnos. Pero en el fondo lo que estamos haciendo es eludir responsabilidades, no actuar sobre los hechos, evitar cambiar algo de nuestra vida, atraer la atención de los demás, ocuparnos de aspectos más importantes que requieren gran esfuerzo, etc. Sufrir no arregla nada, es un mero indicador de todo lo que no somos capaces de aceptar en nuestra vida. La solución es fácil: deja de preocuparte y empieza a ocuparte.
Una forma de empezar a ocuparte de todos esos pequeños retos diarios que te bloquean sería comenzar poco a poco, poniendo metas realistas y a corto plazo. También sería de ayuda ampliar horizontes, reflexionar sobre lo que sería un verdadero problema y relativizar la realidad que nos rodea. Podemos intentar preocuparnos sólo durante un tiempo prefijado al día, dejando el resto de la jornada para llevar a cabo proyectos o cumplir con las tareas marcadas. Por último, es fundamental el sentido del humor, restar importancia a esos asuntos con escasa importancia para desdramatizar el concepto y que nos sea más fácil pasar a la acción. Siéntete dueño de tu vida y tu manera de afrontar las pequeñas desdichas por las que todos pasamos. Son sólo sucesos insignificantes que no tienen ningún poder sobre tu vida, a menos que tú se lo concedas.
Como es costumbre, os dejamos una serie de consejos prácticos para salir de este círculo vicioso:
Sé consciente: el primer paso es darte cuenta del mecanismo que activa la preocupación, da igual el suceso que sea, más o menos grave, más o menos insignificante; el caso es detectar aquel pensamiento que en esos momentos pasa por tu mente y te genera inquietud o ansiedad.
Sé realista: una vez que sepas lo que activa tu inseguridad y que te bloquea impidiéndote pasar a la acción, debes analizar de forma realista si de verdad el hecho es tan grave como para no poner en marcha todas las estrategias disponibles para solucionarlo.
Piensa en lo peor: párate un momento a pensar que sería lo peor que podría pasar en aquello que tanto temes. Piensa si realmente sería todo tan terrible como imaginas y si aún así pasara, si lo podrías asumir, aprender y seguir adelante con el orgullo, al menos, de haberlo intentado.
Visualiza lo mejor: una vez que hayas pensado en lo peor, también debes pensar en lo mejor que podría pasar. Visualízate consiguiendo tu objetivo, resolviendo el problema o enfrentándote a esa persona que te crea ansiedad. Esta técnica es un potente motivador para pasar a la acción.
Recuerda experiencias pasadas: elabora una lista de todas aquellas cosas que te preocuparon en el pasado y comprueba las que realmente se cumplieron. Aprovecha también para reflexionar sobre tus acciones en esos momentos y de qué manera te ayudaron a manejar la situación. Piensa si el quedarte parado preocupándote te ayudó en algo o bien estas actitudes te han ido minando la autoestima y la capacidad de superación.
Contabiliza el desgaste: al igual que reflexionamos sobre lo que nos ha aportado o restado las actitudes paralizantes de preocuparnos en exceso, también debemos ser conscientes de sus consecuencias a nivel físico. A través de la lista anterior, observa si has logrado ser más eficaz cuando estabas preocupado o cuando te esforzabas por hacer frente a los pequeños retos diarios.
Lista de pérdidas y ganancias: ahora elabora otra lista en la que anotes qué cosas ganas y qué pierdes, en tu vida actual, teniendo esta actitud de preocupación excesiva. Puedes perder experimentar multitud de experiencias, o puedes descubrir que es una gran excusa para justificar tu pereza. Si la lista de pérdidas supera a la de ganancias, es hora de ponerse manos a la obra.
Sé valiente: por último, visualiza tu vida sin preocupaciones. Plantéate si eres capaz de desenvolverte en tu vida sin mostrarte preocupado, sin encontrar un problema en cada solución y actuando cuando sobreviene el conflicto.
La libertad está reservada para los valientes, ¿eres tú uno de ellos?
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