¿Cómo afrontas los infortunios de la vida? ¿Puedes tú con la vida o la vida puede contigo? ¿Sacas siempre una lección de todo lo negativo o por el contrario te refugias en tu mala suerte?
Todos y absolutamente todos los seres humanos tenemos algún tipo de sufrimiento, bien sea físico o emocional. Este tipo de sufrimiento, en cierta manera nos pertenece, pues ha llegado a nuestra vida en base a nuestra historia personal. Si tuviéramos la capacidad de intercambiar nuestro sufrimiento por el de otra persona, no sería mejor, al contrario, al menos nuestro sufrimiento lo conocemos y, en parte lo podemos llegar a controlar. Ahora lo que nos queda decidir es si nos enfrentamos valerosamente a él o adoptamos la postura de víctima, instalándonos en la queja continua.
Vemos a diario a través de las noticias sufrimiento ajeno en diferentes estadios y formas. Lo que en un principio nos producía dolor, pena y hasta rabia, hoy en día hemos normalizado ese sufrimiento, pensamos en el “a mi no me pasará” y nos centramos en cuestiones más triviales que también nos hacen sufrir en cierta manera porque son nuestros sufrimientos. Algunos serán más duros de afrontar, otros más fáciles pero no dejan de afectarnos. Comparamos nuestro dolor con el ajeno y compadecemos al que sufre más que nosotros, pero quizás esa persona tenga unas herramientas de afrontamiento que ya quisieras para ti. Lo valiente es afrontar una enfermedad con una sonrisa, mientras que otros no son capaces de asumir una ruptura sentimental. Está claro que cada uno sufre por lo suyo, pero es determinante la forma en que lo afrontas.
Ya que el sufrimiento es inevitable y debemos convivir con él, veamoslo entonces cúal sería la forma de rentabilizarlo. Para lograr rentabilizar el sufrimiento lo primero que debemos hacer es aceptar que el sufrimiento forma parte de nuestra vida y va a acompañarnos durante nuestro camino de forma temporal o continuada en el tiempo. Después debemos pararnos a pensar en una forma inteligente de afrontarlo: buscando soluciones, cambiando nuestras rutinas, ect. Al igual que una pareja de enamorados debe adaptar la vida el uno al otro, la persona que padece también debe adaptar y amoldar el sufrimiento a su vida, de tal forma que le permita seguir con sus rutinas e incluso crecer a nivel personal.
Una de las herramientas que podemos utilizar para aceptar la situación que nos provoca dolor (emocional o físico) es el reencuadre, que es la capacidad para cambiar la percepción que tenemos de un suceso. Para reencuadrar lo primero que debemos tener en cuenta es que el sufrimiento es temporal y que, a veces, lo mantenemos vivo o lo exacerbamos con nuestros pensamientos. Añadimos tensión, preocupación, ira y depresión al sufrimiento objetivo. Una forma de combatir el dolor es liberarnos de estos añadidos y buscar otras opciones que nos ayuden a afrontar de forma adecuada el sufrimiento que padecemos.
A continuación te propongo una serie de claves que te ayudarán a afrontar con valor y entereza tu sufrimiento particular:
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Externaliza el dolor: para externalizar el dolor deberás realizar el siguiente ejercicio. “Colócate en una postura cómoda y tómate unos minutos para relajarte, a continuación dale forma, color, textura a tu dolor. Visualízalo fuera de ti, bien sea físico o emocional, dale una imagen para representarlo. Imagina que estás tumbada/o en un bello jardín y que tu dolor poco a poco va ascendiendo hacia el cielo azul, cada vez está más lejos, ya casi no puedes verlo y, por último, desaparece.” ¿Cómo te sientes ahora?
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Reencuadra: realiza una lista con todas y cada una de las quejas respecto a tu padecimiento, y al lado escribe algo que puedas aprender de cada queja, una lección positiva por pequeña que sea.
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Conocer lo malo para apreciar lo bueno: es necesario sufrir los percances de la vida para darle valor y sentido a lo verdaderamente importante en nuestro camino. El dolor hace más intensa la felicidad.
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Aprende del pasado: párate a pensar si en el pasado sufriste de manera similar o diferente, piensa en cómo te sentiste y cómo lograste salir airoso de la situación. Busca recursos y herramientas dentro de ti.
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Lista de alegrías: haz otra lista pero ahora de los momentos felices de tu vida, de las personas y cosas que te hacen sentir mejor. Haz balance de todo aquello con lo que cuentas y que podrá servirte de apoyo en caso de necesitarlo.
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Céntrate en tus objetivos: no pierdas de vista tus metas, céntrate en aquello que quieres conseguir y sigue luchando por ello. Recuerda que todo aquello a lo que dedicamos nuestra atención habitual tiende a crecer y fortalecerse. Por eso, si prestamos mucha atención al dolor físico o emocional que estamos sufriendo, éste puede llegar a dominar nuestra vida impidiéndonos ver el camino a seguir. Es mejor centrar la atención y los esfuerzos en objetivos positivos, el sufrimiento pasará a segundo plano y los frutos del trabajo nos harán sentirnos más felices y realizados.
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Utiliza el sentido del humor: el humor es uno de los mejores antídotos contra el sufrimiento. Busca momentos para la risa, la jovialidad y el buen humor en tu día a día, está demostrado que cuando nos reímos liberamos endorfinas, analgésicos naturales, que actúan como paliativos del dolor físico.
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Oportunidad de cambio: debemos ver el sufrimiento como un proceso de cambio a nuestro favor. Muchas personas son reacias al cambio, por temor a lo desconocido, pero en muchas ocasiones es inevitable que se produzca por lo que debemos tomar la nueva situación como una oportunidad para explorar nuestros límites, fortalezas, apoyos y recursos. También descubrimos nuevos campos o potenciamos otras capacidades que antes no sabíamos ni que existían. Piensa en qué puedes destacar o cómo puedes utilizar el sufrimiento en tu beneficio.
Siempre hay razones para ser positivos, no permitas que un pequeño hecho negativo te impida ver todo lo bueno que tiene alrededor. Sé justo
toñi comentó el
Entiendo mucho de lo k leo pero no se pone en práctica por que el dolor es tan fuerte .k no lo secas de la cabeza y la alegría te dura el momento k esta sucediendo.
Por Lorena González López. Tu psicólogo de confianza en Avilés
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