¿Importa más lo que digan los demás o lo que creas tú mismo? ¿Puedes llegar a distorsionar tu pensamiento para que vaya acorde al de los otros? ¿Ves la vida a través de tus ojos o de lo que los demás dicen que es?
Muchas veces nos dejamos llevar por mensajes exacerbados que nos dicen los demás, tanto positivos como negativos, es cierto que si tenemos cierta inseguridad o baja autoestima es más fácil creer los mensajes negativos que suelen concordar con los propios pensamientos, pero también creemos los positivos si éstos se repiten continuamente “si lo dicen los demás, será que es verdad” independientemente de la realidad que percibimos.
A continuación, expongo un relato que ejemplifica perfectamente esto:
Había una vez un señor que vivía como lo que era: una persona común y corriente. Un buen día ,misteriosamente, la gente empezó a halagarle diciéndole lo alto que era: “¡Qué alto estás!”, “¡Cómo has crecido!”, “¡Envidio tu altura!”….
Al principio, trató de restarle importancia, pero cuando empezó a notar que tres de cada cuatro personas lo miraban desde abajo, empezó a interesarse por el fenómeno. Compró un metro y, después de varias mediciones y comprobaciones, confirmó que su estatura era la de siempre. Pero los demás seguían admirándolo: “¡Qué alto estás!”, “¡Cómo has crecido!”, “¡Envidio tu altura!”…. El hombre no entendía nada: él se veía normal.
Totalmente desconcertado, decidió marcar el punto más alto de su cabeza en la pared, pero su marca siempre estaba a la misma altura. El hombre empezó a creer que se estaban burlando de él. Así que, cada vez que alguien le hablaba de su altura, cambiaba de tema, lo insultaba o se iba.
De nada sirvió. La cosa seguía: “¡Qué alto estás!”, “¡Cómo has crecido!”, “¡Envidio tu altura!”…. El hombre era muy racional y pensó que aquello debía tener una explicación. Se le ocurrió que, quizás, sus ojos le engañaban. Él podía haber crecido hasta ser un gigante y, por algún conjuro o hechizo, ser el único que no lo podía ver. “¡Eso era lo que debía estar pasando!”, pensó.
Asentado en esta idea, empezó a vivir una época gloriosa; disfrutaba de las frases y las miradas de los demás. Y un día sucedió el milagro: se puso frente al espejo y le pareció que realmente había crecido. Se acostumbró a caminar más erguido. Usaba ropa que lo estilizaba y se compró varios zapatos con plataformas. El hombre empezó a mirar a los demás desde arriba. Pasó del placer a la vanidad, y de ésta a la soberbia.
Así pasó el tiempo, hasta que un día se cruzó con un enano. El señor vanidoso se apresuró a ponerse a su lado, imaginando anticipadamente sus comentarios. Se sentía más alto que nunca. Pero, para su sorpresa, el enano permaneció en silencio. El señor vanidoso carraspeó, pero el enano no pareció darse cuenta. Y aunque se estiró y estiró hasta casi desarticularse el cuello, el enano se mantuvo impasible. Cuando ya no pudo más, le susurró: “¿No te sorprende mi altura?”.
El enano lo miró de arriba a abajo y, con escepticismo, le contestó: “Desde mi altura todos son gigantes y desde aquí, la verdad, usted no me parece más alto que los demás”. El señor vanidoso lo miró despectivamente y, como único comentario, le gritó: “¡Enano!”. Volvió a su casa, corrió al espejo y se puso delante de él. Cogió el metro y, tembloroso, se midió, confirmando lo que ya sabía. No había crecido ni un milímetro.
Se metió en la cama y creyó que no iba a salir nunca más de su casa. Estaba muy avergonzado de su verdadera altura. Miró por la ventana y vio a la gente….¡Todos le parecían tan altos! Asustado, volvió a ponerse frente al espejo de la sala; esta vez para comprobar si no se había achicado. No. Su altura parecía la de siempre. Y entonces comprendió….
Cada uno ve a los demás desde arriba o desde abajo. Ve a los demás altos o bajos según su propia posición en el mundo, según sus limitaciones y costumbres, según sus deseos y necesidades. El hombre sonrió y salió a la calle. Se sentía tan liviano que casi flotaba. Se encontró con personas que lo vieron gigante y otras que lo vieron insignificante, pero nadie consiguió inquietarle. Ahora, él sabía que era uno más…..como todos.
Con este relato se puede ver el poder que ejercen los demás sobre nosotros, nos hacen crecer o empequeñecernos si sus creencias son más fuertes que las nuestras, llegando a provocar grandes cambios en nuestras actitudes y rasgos personales que pueden hacer tambalear los cimientos de la identidad personal. Es preciso que conozcas como eres y que no te dejes influenciar por lo que digan los demás para permanecer fiel a ti mismo en todo momento.
Fuente: Cuentos para pensar de Jorge Bucay
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