La culpa es una emoción secundaria y se define como la diferencia entre lo que hice y lo que debería haber hecho, entre lo que quiero y lo que debería querer. Vivir con culpa es vivir en una cadena perpertua, condenarse a vivir insatisfecho, victimizándose todo el tiempo por la vida que nos ha tocado vivir.
Cuando en alguna de las áreas de nuestra vida no exprimimos toda su capacidad terminamos por sentir culpa, nos volvemos vulnerables a la queja, a las demandas y a la manipulación. Si le damos permiso a la culpa para que crezca y ocupe cada vez más espacio dentro de nuestras emociones, ésta se convertirá en la causante de una depresión que sabremos cuándo comienza pero no cuándo acabará.
Hay veces que cuando nos vamos a enfrentar a un nuevo reto escuchamos una voz interior que nos dice: “¿No será mucho para mi?, ¿porque lo hice?, ¿para que hablé?”. Esto es el autorreproche, una voz interna difícil de acallar que detiene tu avance y te aleja de tus objetivos vitales. Es una voz demandante y quejosa que por más que te esfuerces, nunca podrás contentar a menos que afirmes tus determinaciones y convicciones.
La culpa también aparece con pensamientos rígidos e inflexibles que hacen más difícil la consecución de tus metas, por lo cual, terminas viviendo en medio de un fracaso continuo. Esta forma de pensamiento se centrará en los errores que has cometido en el pasado y no en los obstáculos que ya has superado con éxito. De forma automática tendemos a dejarnos arrastrar por este tipo de pensamientos sin darnos cuenta, colocándonos en posición de víctimas o culpables. Los otros se transforman en responsables de nuestro destino y así, dejamos de hacernos cargo de nuestros propios objetivos. Con esto, depositamos en los otros toda la culpabilidad de nuestros desaciertos y de hacer de nosotros pobres seres humanos errantes y carentes de valor y dominio para decidir sobre nuestro destino.
¿Quién maneja el control de tus emociones y pensamientos? ¿Quién decide qué pensar, qué sentir?
Solo tú, dependerá de ti, de tu decisión, de ubicarte en el lugar de víctima o en el de poder sobre tu propia vida. Expresiones como “Mi jefe me sacó de quicio”, “Hoy me saturaste”, “Me has fastidiado el día”…. colocan el poder de tus emociones en los demás, y los otros tienen así, el control sobre cómo te vas a sentir o qué es lo que vas a hacer. Aceptando este hecho, también aceptas que los otros puedan manipularte y lastimarte sin permiso.
Solo a ti te compete llevar el control sobre tus actos y emociones. Habrá un momento en la vida en el que te darás cuenta de que si tú mismo no satisfaces tus propias necesidades, nadie lo hará. Lo que deseas que te suceda, dibújalo en tu mente y comienza a diseñarlo, detalla las metas y los pasos que necesitas dar,y prosigue hasta el final para alcanzarlo.
Sin dar nos cuenta nos hemos llenado de culpas, de circunstancias difíciles que debimos dejar pasar pero que cargamos sobre nuestros hombros; de mensajes que hemos aceptado e incorporado sin cuestionar y que asumimos como propios. Obsesionarte con la culpa solo traerá dolor; es el momento de aprender a ser libres de todos los mensajes falsos que hasta ahora han dirigido tus pasos. Vacíate de culpas propias y ajenas y comienza a vivir con convicción.
La convicción en tus propios valores y creencias te permitirá modificar, cambiar y vivir bajo tu propio prisma, sin condicionamientos ni manipulaciones ajenas:
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Si te equivocaste, pide perdón: saber disculparse implica reconocer nuestros errores y aprender de ellos. Si es posible, repara tu error y conseguirás estar en paz contigo mismo.
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Mereces ser feliz: proponte disfrutar de todo lo que te rodea, sabiendo que eres merecedor de todas las cosas buenas que te suceden.
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Deshazte de las culpas falsas: sólo eres responsable de tus decisiones, no de las ajenas.
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No quieras cambiar a nadie, sólo cambia quien decide cambiar: acepta a las personas tal como son. Lo único que está en tu mano es decidir el tipo de relación que quieras mantener con esa persona.
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Cada vez que tomes una decisión pregúntate si te ayudará a ser una mejor versión de ti mismo.
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Cada vez que elijas quien te va a ayudar en un proyecto, elige a personas que sumen y aporten,y no a aquellas que resten y añadan negatividad.
Cuando proyectes con toda tu fuerza tus sueños y pongas en marcha tus objetivos, conocerás tu propia esencia, tu valor y el dominio propio, ese que está dentro de ti.
Vivir, gozar y disfrutar son derechos que tenemos todos los seres humanos, no privilegios
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