El dolor físico y el dolor emocional se procesan de una forma bastante similar en el cerebro, que supone el centro de mando que puede activar o desactivar el dolor. Además, el miedo es un factor fundamental en la producción, y sobre todo, en la magnificación del dolor. El contexto, las emociones, los recuerdos y las lesiones en los tejidos son otros aspectos fundamentales en la manifestación de dolor.
ESTRUCTURA ANATÓMICA DEL DOLOR FÍSICO
El dolor se manifiesta como protección del cuerpo ante peligros inminentes o posible daño letal, por tanto, el dolor es bueno desde el punto de vista de la supervivencia. Es nuestro sistema de alarma de que algo va mal o que se debe reparar antes de proseguir el camino vital. El dolor es el primer paso para la curación física y la reintegración emocional.
Si hablamos de dolor físico existen unas estructuras cerebrales y del sistema nervioso que normalmente siempre están activas ante la experiencia del dolor:
- Córtex sensorial: se encarga de la discriminación sensorial de los estímulos, entre ellos, aquellos que nos pueden provocar daño y dolor.
- Córtex cingulado: encargado de la concentración y la atención, tanto de los movimientos como de los estímulos que nos pueden dañar o ser peligrosos.
- Córtex prefrontal: activa la solución de problemas y la memoria ejecutiva para salir del paso ante una situación de peligro.
- Cerebelo: encargado del movimiento y el pensamiento.
- Córtex motor: organiza y prepara el movimiento.
- Amigdala: activa el miedo
- Hipocampo: se encarga de la cognición espacial, recuerdos de otras experiencias y situaciones de dolor y se adapta al miedo.
- Hipotálamo: provoca las respuestas de estrés, regula la homeostasis y es el encargado de la motivación.
- Médula espinal: es la parte que conecta el cuerpo con el cerebro enviando señales a través de los receptores de dolor (nociceptores).
¿CUÁNDO SE PROVOCA DOLOR?
Los nociceptores son unos receptores que tenemos diseminados por todo el cuerpo y son los encargados de captar las lesiones o daños en los tejidos corporales. Cuando el grado de la lesión es considerable, éstos envían una señal al cerebro que, junto con otro tipo de información (contexto, situación, capacidad de reacción, recuerdo de otras situaciones similares…) toma la decisión de si se está en peligro y si necesitas hacer algo para aliviar esta situación, es entonces cuando provocará dolor para avisarte de que pases a la acción.
Existen determinados factores que pueden provocar dolor o mayor percepción de dolor, éstos son:
- Movimientos bruscos o posturas no naturales
- El estrés
- El miedo
- Nervios lesionados
- Lesiones antiguas no sanadas correctamente
- Pensamientos negativos
¿QUÉ PASA CON EL DOLOR CRÓNICO?
Cuando un tejido, nervio o parte corporal ha sido dañada, el cuerpo y el cerebro trabajan en su curación. Cuando el dolor es persistente ciertas estructuras se sensibilizan para adaptarse a las nuevas necesidades de este órgano lesionado. Puede ocurrir que esos receptores de la médula espinal queden sensibilizados, y aunque la lesión haya sanado, ante cualquier memoria, recuerdo, experiencia de miedo, o pensamiento se active el dolor para prevenir de nuevo la lesión. El cerebro sólo pretende ayudarte, protegerte pero esto puede provocar distorsiones en la sensibilidad y provocar dolor.
Se cree que cuanto más crónico se hace un dolor, más se sensibiliza el cerebro y más fácil será que provoque dolor en relación a esa parte «dañada». Las consecuencias de esta sensibilización es que, para protegerte, el cerebro hará que tengas mayores dificultades para usar esa parte del cuerpo.
Hasta aquí, podemos resumir que es el cerebro el encargado de tomar la última decisión sobre si una situación es potencialmente peligrosa, incluso antes de que percibamos la información de los tejidos (dañados o no). Seguro que alguna vez habrás escuchado la frase de «sólo de pensarlo ya me duele» y ciertas personas con dolor crónico, ciertamente sienten el dolor, a pesar de no tenerlo físicamente o sin ni siquiera moverse. Y es que tu cerebro se ha convertido en un experto protector ante cualquier estímulo que pueda dañarte.
EL DOLOR Y EL ESTRÉS
El dolor crónico y el estrés están asociados comúnmente con niveles persistentemente elevados de adrenalina, sustancia que aparece en el cuerpo para responder ante peligros propiciando la respuesta de ansiedad adaptativa. La adrenalina no provoca dolor, pero activa el sistema de alarma sensibilizado que sí puede llegar a provocar dolor ante un mensaje calificado como peligroso.
También se conoce que la falta de sueño lleva a una reparación de los tejidos insuficiente. El insomnio es frecuente en el dolor crónico y puede empeorar el estado de salud y aumentar la sensibilización del sistema de alarma de los tejidos.
El sistema endocrino también ayuda a que se mantenga la respuesta de estrés frente al dolor crónico segregando, a través de las glándulas suprarrenales, cortisol que activa el sistema de alarma. El dolor es la respuesta a estímulos y recuerdos provinientes del hipotálamo ante la situación entendida como peligrosa.
TRATAMIENTO DEL DOLOR CRÓNICO
Fortalece tu sistema inmune
Está comprobado que puedes influir en tu sistema inmune a través de ciertas pautas:
- Mejora tu calidad de vida: elimina el estrés, aumenta tus actividades positivas, toma tiempo para tu descanso y ocio…
- Sentir que tienes control sobre tu vida y tus decisiones: la frustración es contraproducente para el dolor crónico y sentir que no puedes hacer nada para evitarlo, es lo peor que puedes hacer.
- Apoyo familiar y terapéutico: permite a tu familia, amigos y, si así lo decides, tu terapeuta te acompañen en este proceso para entender el dolor crónico.
- Ten fe: si crees que es imposible, que no puedes hacer nada….probablemente no consigas nada. Sin embargo, si tienes fe en ti, en tu curación, en mejorar poco a poco….será mucho más probable que consigas grandes avances.
- No pierdas el sentido del humor: mantener una actitud positiva es fundamental, se entiende que no siempre es fácil, por eso tira de lo que te divierta, ríete a menudo.
- Haz ejercicio apropiado a tu condición actual: aumentar tu rendimiento, tu capacidad de movimiento siempre hará que mejores, pero ten en cuenta que debe ser un ejercicio adaptado a tus circunstancias actuales y aumentar gradualmente los tiempos. Procura estar siempre supervisado por un profesional.
Minimiza los factores que activan tu sistema de alarma sensibilizado
Hay algunos modelos teóricos que apuestan a que la respuesta de dolor es una conjunción de varias señales disparadoras del peligro. Entre estas señales encontramos algunas como:
- Miedos aprendidos, heredados, infundados, miedo a que vuelva a ocurrir, a sufrir, a fracasar o a no conseguir librarse nunca del dolor.
- Recuerdos traumáticos relacionados con el dolor.
- Los propios tejidos lesionados y la información que va directamente al centro de mando, al cerebro.
- Circunstancias, ya que, no es el mismo el dolor cervical que puedas sentir cuando vas solo en tu coche, que cuando también van tus hijos y te sientes preocupado por su bienestar.
- Pensamientos negativos, irracionales o distorsionados sobre la realidad del dolor.
- Ideas u obsesiones sobre sufrimiento, dolor o muerte.
- Otras emociones: rabia/enfado, frustración, tristeza, ansiedad..
La cuestión sería trabajar todos aspectos de forma individual. Lo recomendable sería hacerlo con un psicólogo especialista en dolor crónico.
Búsqueda constante de soluciones
Un punto que comparten la mayoría de personas que sufren dolor crónico es la búsqueda constante de remedios, médicos, especialistas y soluciones para erradicar definitivamente su dolor. Pero, en la mayoría de casos, esto no terminará con su sufrimiento, ya que, al no encontrar una cura definitiva la frustración vuelve una y otra vez. Además aparece la desesperación, los miedos se magnifican, las emociones de rabia y tristeza se enzarzan en un baile catastrófico y en su centro de mando no hace más que sensibilizar aún más las señales de alarma, debido a los grandes momentos de atención que le presta a su dolor. El cual, se va convirtiendo en el jefe de su vida, el que lo domina y le dice lo que puede o no puede hacer.
Es por eso que, antes de volver al siguiente especialista, repasa las siguientes preguntas:
- ¿Algún médico hasta ahora ha sabido exactamente lo que me pasa?
- ¿Qué probabilidad hay de que lo sepa?
- ¿Qué puede hacer por mí?
- Si no funciona, ¿cómo me sentiré?
- ¿Hay algo que pueda hacer yo, por mí mismo, que aún no estoy haciendo?
- ¿La mejora depende de mí o de los médicos?
CONCLUSIONES SOBRE EL DOLOR CRÓNICO
En una persona con dolor crónico la representación del dolor en el cerebro es muy grande y por eso le domina. Además, todo su entorno, vida y contexto está relacionado con el dolor que siente. Vive, siente y piensa en función a su dolor. Deja de hacer determinadas cosas por el temor a que le duela y eso magnifica, mantiene y ancla aún más la percepción cerebral del dolor.
Para empezar a deshacerse del dolor crónico, en primer lugar habrá que fijarse un objetivo positivo, concreto y realista como «aprender a vivir el presente aún con ciertas limitaciones» o «aceptarme a mí y a mi dolor«. Después debemos identificar las señales que activan el dolor (recuerdos, movimientos, miedos, actitudes, creencias…) y desactivarlas racional o emocionalmente. También sería fundamental conocer los fundamentos biológicos del dolor, comprender cómo funciona, y establecer nuevas creencias sobre el proceso doloroso. Una vez que la parte cognitiva y emocional se ha controlado, será momento de pasar a la física incorporando progresivamente el ejercicio a tu vida, planteando en primer lugar qué ejercicios harás para mejorar la capacidad corporal y el rendimiento, para posteriormente fijar cuál es la línea base de partida. A partir de esta línea se irá aumentando las repeticiones, el tiempo o la intensidad de forma muy gradual y progresiva, aunque el aumento parezca ridículo.
Por último, y no menos importante. sería volver a coger las riendas de tu vida, disfrutarla y vivirla con todo lo bueno que te puede ofrecer. Incorpora actividades lúdicas, divertidas y placenteras, sociales y en familia, así como novedosas y sorpresivas.
Fuente: «Explicando el dolor» de David Butler y Lorimer Moseley
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