A menudo nos cuesta tomar decisiones, no importa que sean significativas o de la vida diaria. Hay personas indecisas, inseguras y que les cuesta decantarse por una u otra opción, y tener que tomar una decisión les supone un gran esfuerzo, o peor aún, un mal rato, lo que termina agravando el problema ya que en sucesivas ocasiones el nerviosismo y la ansiedad aumentarán y aún le costará más decidirse. Dicho esto, la presión es el peor enemigo de estas personas.
¿Cuándo es bueno tomar una decisión?
No es que tomar decisiones sea algo bueno o malo, sino que es algo necesario en nuestra vida. Todos los días tomamos decisiones, en cuanto a qué comer, qué ropa ponerme o en qué voy a gastar mi tiempo o mi dinero. Estas decisiones pueden ser más o menos automáticas porque están muy normalizadas en nuestro día a día, sin embargo hay otro tipo de elecciones que requieren de mayor reflexión.
Algunas de las decisiones que más nos cuesta tomar están relacionadas con:
- Lo emocional: como continuar o no con una relación sentimental
- Lo económico: comprar una vivienda, un coche o realizar determinadas inversiones.
- Lo vital: tener un hijo, cambiar de carrera profesional o de estilo de vida (de la ciudad al campo), por ejemplo.
- Lo cotidiano: mudanzas, cambio de empleo, pequeñas inversiones…
¿Por qué nos cuesta tomar decisiones?
Normalmente la indecisión está ligada a la inseguridad. Una persona insegura suele temer al CAMBIO, a lo que no puede controlar, a lo que no sabe qué pasará en el futuro porque cree no tener los recursos necesarios para afrontar cualquier hecho negativo que pueda suceder. Además de esto, la culpa es algo que muchas personas no saben gestionar, entonces si yo no tomo decisiones nunca tendré la culpa si algo sale mal.
Asimismo, la responsabilidad es algo que muchas personas evitan a toda costa. Tomar una decisión es un acto de responsabilidad, hacerse cargo de lo que pueda pasar y esté relacionado con dicha elección.
Tomar una decisión es un acto de responsabilidad
Por tanto, si delegamos en los demás tomar las decisiones de nuestra vida, también estaremos delegando la responsabilidad de lo que pase, la culpa si sale mal pero también el control. Entonces seguiremos en la espiral de inseguridad, no sólo no cogeremos las riendas de nuestra vida, sino que quedaremos a merced de lo que otros crean que merecemos, pudiendo ocasionar emociones negativas como la frustración, el miedo y la incertidumbre, aumentando así el descontrol, la inseguridad y la ansiedad.
No sólo no es la mejor opción, sino que tampoco lograremos sentirnos dueños de nuestro destino, no aprenderemos con cada decisión que tomemos, ni ganaremos en autoconfianza.
¿Cómo puedo tomar mis propias decisiones?
La primera decisión que debes tomar es la de dirigir tu propia vida. Una vez que estés dispuesto a asumir la responsabilidad de lo que ocurra, bien sea éxito o fracaso, ya habrás tomado la decisión más importante, y habrás dado el primer paso hacia la seguridad y la confianza en ti mismo.
A continuación te propongo una serie de consejos para conseguir tomar la mejor decisión en cada momento:
- Torbellino de ideas: antes de nada, párate a pensar en todas las opciones que existen para elegir entre ellas. Sé lo más concreto posible y escríbelas en un folio para que no se te olviden y puedas recurrir a ellas siempre que lo necesites.
- Control de ventajas e inconvenientes: de cada una de las opciones anteriores elabora un listado de pros y contras. Esta tarea te ayudará a visualizar la parte positiva y negativa de cada opción, ofreciéndote una imagen más realista de las elecciones posibles.
- Análisis de las consecuencias: trata de valorar lo peor que pudiera pasar y evalúa si eres capaz de asumirlo.
- Plan de contingencias: elabora un plan B por si la decisión que tomas no saliera como esperas, al menos no te abrumará el caos y tendrás otra opción para salir airoso de la situación.
- Pide consejo: bien sea a personas en las que confías u opiniones de quien ya tuvo que tomar esa decisión con anterioridad. Valora las experiencias de los demás antes de lanzarte a una piscina que quizás no tenga agua, y si el camino es tirarte, lo mejor es estar preparado para la caída.
- Sensación de tranquilidad: si estás entre dos opciones, trata de sentir cada una de ellas, aquella que una vez tomada te de una sensación de tranquilidad probablemente hayas tomado la decisión acertada. Cuando la sensación es de agobio o sigues valorando la otra alternativa, quizás hayas tomado la decisión equivocada.
- Sé valiente: a veces no podemos estar seguros del resultado de nuestra decisión, pero aún es peor quedarse estancados o con la incertidumbre de saber qué pasará o qué camino tomar, que tomar una decisión errónea, ya que, al menos de ello podrás aprender y evolucionar.
Dicho todo esto, solo te queda ponerte manos a la obra y aventurarte a decidir qué es lo mejor para ti, sin condicionamientos, sin compromisos y sin miedos.
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