¿Prefieres escuchar o que te escuchen? ¿Piensas antes de hablar o sueltas todo aquello que se te pasa por la cabeza pese a quien le pese? ¿Utilizas correctamente la comunicación no verbal?
Saber escuchar es un don que no todo el mundo posee. No hablamos de la capacidad auditiva relacionada con el sentido del oído, sino que nos referimos a la actitud de escuchar a otra persona comprendiendo o, al menos, intentando entender lo que el otro nos quiere transmitir. Saber escuchar precisa de ciertas capacidades complementarias que ayudan a entender, apoyar o ayudar a la persona que necesita ser escuchada, algunas de ellas son la empatía, la autenticidad, la aceptación y el interés genuino en lo que estamos haciendo, es decir, que las ganas de ayudar a esa persona sean sinceras y verdaderas. Además de esto, son necesarias ciertas habilidades sociales que nos permitirán conectar con nuestro interlocutor y llevar una comunicación fluida, éstas son:
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Habilidades de comunicación verbal: es todo aquello que tiene que ver con el mensaje recibido o enviado, tal como la duración del habla que debe ser adecuado al tema, dejando intervenir también a la otra persona, y la retroalimentación muy importante para saber si están entendiendo lo que decimos.
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Habilidades de comunicación no verbal: al contrario que la anterior es todo aquello que decimos sin hablar y es tanto o más importante que el mensaje en sí. Se traduce en gestos, miradas, postura corporal, proximidad y componentes paralingüísticos (tono, volumen, fluidez verbal, calidez de voz y velocidad).
Sin estas habilidades o utilizadas de modo incorrecto se producen alteraciones en la comunicación que pueden derivar en problemas, malos entendidos y confusiones en el mensaje. Es muy común ver este tipo de errores en la comunicación a través de los nuevos métodos de comunicación como las redes sociales o el, ya famoso, WhatsApp. En este tipo de medios se inhibe toda relación no verbal por lo que eliminamos la entonación, la mirada, gestos, silencios y todo aquello que nos ayuda a comprender lo que nos están diciendo. Todo se reduce a cómo interprete cada persona el mensaje y eso dependerá en gran medida de su estado de ánimo. Si una persona está irritable y le mandan un mensaje tal que“Hoy no tengo ganas de salir a dar un paseo” puede tomárselo negativamente, e incluso como un ataque personal, tal que si la persona le dice lo mismo pero viendo en su cara el gesto de cansancio y escuchando el tono de voz apagado, de esta manera entendería que la persona realmente lo que desea es descansar y no se trata de que no quiera verla.
También es común ver la falta de escucha activa en parejas que tienen problemas de comunicación, párate y fíjate en cómo mantienen una discusión. Cada miembro de la pareja tiene ya su discurso preparado e inamovible diga lo que diga la otra persona, además se pisan continuamente alzando el volumen de voz, pensando quizás que de esta manera conseguirán ser escuchados. Lo más probable es que de este modo no lleguen a un acuerdo y ni siquiera sepan lo que realmente piensa el otro, terminando por sacar conclusiones erróneas y deteriorando aún más la relación.
Si crees que fallas en este aspecto, te proponemos a continuación unas claves que te ayudarán a entrenar tu habilidad de escucha, poniéndolas en práctica comprobarás como mejorarán considerablemente tus relaciones sociales:
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Tema a tema: cuando hables con una persona y recuerdes que quieres hablar de otro tema diferente, mantenlo apartado unos minutos en tu memoria y concluye el tema que estáis tratando antes de comenzar con el siguiente, pues sino corres el riesgo de que la persona se sienta incómoda por dejarle con la palabra en la boca llevándotela a un tema que quizás te interese más ti que al otro.
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Turno de palabra: intenta evitar pisar a otra persona cuando esté hablando, si no te da pie, establece un turno de palabra o indica que tienes algo que decir, permítele que termine y después realiza tu intervención. Si la otra persona pisa tu discurso, indícale que aún no has terminado de hablar y que podrá intervenir de nuevo cuando finalices tu discurso.
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Congruencia verbal y no verbal: apoya tu mensaje con gestos, miradas, etc. coherentes con lo que estás intentando transmitir, de este modo la persona que escucha comprenderá mejor lo que quieres decir. Cuando la comunicación verbal y no verbal no es congruente nos suele indicar que algo no está bien, la persona trata de ocultarnos algo, miente o está sufriendo ansiedad o nerviosismo. Ante estas circunstancias debemos estar atentos al mensaje que nos está ofreciendo, pues nos dará pistas sobre aquello que le ocurre. Podemos asegurarle que puede confiar en nosotros para contarnos que le ocurre, pero es su decisión hacerlo o no, al igual que en nuestra mano está creerle o no. En definitiva, da más veracidad a los mensajes no verbales, pues son más fiables que las palabras.
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Los ojos son el espejo del alma: si aprendes a escuchar con los ojos, multiplicarás las posibilidades de interpretación de lo que te están diciendo en ese momento. Es importante que no rehuyas las miradas, ya que contienen mucha más información de la que puedan transmitirte sus palabras. Al igual que es importante la mirada para comprender, también lo es para transmitir, utiliza el mismo método cuando quieras hacerte entender por los demás, además produce un efecto calmante y de confianza en tu interlocutor. Para utilizar correctamente la mirada en una conversación ten en cuenta que el porcentaje de fijación de la mirada cuando estés hablando es de un 40% aproximadamente y un 75% cuando estés escuchando.
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Atención no verbal: como decíamos antes, tanto o más importante que lo que te dice, es cómo te lo dicen. Las palabras sólo comunican el 7% del mensaje, mientras que el tono de voz (38%) y la comunicación no verbal (55%) aportan el resto del significado del mensaje. Así pues, las palabras son necesarias para comunicarnos pero no suficientes para captar la esencia de lo que realmente nos están diciendo.
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Sólo escucha cuando puedas….y quieras: si vas a embarcarte en una conversación para la que no tienes tiempo o ganas, es mejor dejarlo para otra ocasión en la que puedas prestar toda tu atención a los mensajes verbales y no verbales que te ofrezca la persona y ayudarla, comprenderla y entenderla de manera auténtica y eficaz. Agradecerás que hagan lo mismo cuando seas tú el que necesita ser escuchado.
Hablar es una necesidad, escuchar es un arte
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