¿Te has preguntado alguna vez cuál es la comprensión que tiene un niño sobre la muerte? ¿Qué decirle a un niño ante un suceso tan duro? ¿Cómo se prepara a un niño a enfrentar la muerte?
El tema de la muerte es un tema controvertido y complicado, en nuestra sociedad se ha considerado un tema tabú pues es algo que genera mucho sufrimiento, es incontrolable, a todos nos afecta y escapa a nuestra comprensión racional. Si ni siquiera los adultos somos capaces de entender este proceso, por una parte tan natural, de la vida ¿cómo se prepara a un niño que aún no conoce los procesos lógicos y racionales para un hecho como éste?. Quizás sea más fácil de lo que nosotros creemos en primera instancia, pues un niño aún no posee ciertos condicionamientos y aprendizajes culturales, miedos impuestos o experiencias vitales traumáticas, lo que le podría llevar a aceptar este hecho de manera simple y natural bajo una explicación abierta y adaptada a su nivel de comprensión.
Lo que suele ocurrir en la mayoría de ocasiones es que la visión que tiene el niño sobre la muerte esté influida por el punto de vista de sus padres y que desde ese momento cambie a lo largo de su desarrollo evolutivo. Los niños pequeños pueden pensar que la muerte es algo así como estar menos vivo y que es algo reversible. Hacia los cinco años de edad puede que se conciencie del carácter final de la muerte, pero todavía no parece que se considere inevitable. Este concepto sobre la muerte como algo definitivo e inevitable surge a partir de los nueve o diez años de edad, pues a esta edad se supone que existe un desarrollo cognitivo racional más abstracto que le permite comprender ciertos factores que influyen en la vida de las personas. Ciertos estudios han demostrado que a medida que su funcionamiento intelectual refleja mayores niveles de organización cognitiva, mayor es su conocimiento sobre el tema y más realistas sus percepciones.
Cuando debemos preparar a un niño pequeño ante la muerte nos acoge la duda sobre si adoptar una postura protectora y contar una mentira piadosa, pero está comprobado que ésto lo único que hace es perjudicar al niño pues cuando su nivel de conocimiento aumente se sentirá frustrado y engañado. Lo ideal es llegar a algún tipo de equilibrio entre el nivel de desarrollo del niño, las experiencias anteriores y el sistema de creencias de la familia.
Resumiendo podemos decir:
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Explicar lo ocurrido con tacto, cariño y adecuado a la comprensión actual del niño
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Si uno no se siente preparado para ello, contar con la ayuda de profesionales psicólogos puede ser beneficioso
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Mantener las rutinas del niño y, si no es posible, intentar instaurar unas nuevas y llevarlas a cabo de forma continuada tan pronto como sea posible.
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Atender a las preguntas, miedos e inquietudes del niño y evitar comentarios del tipo “aún eres muy pequeño para entenderlo”, “es cosa de mayores”…
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Proporcionar un entorno seguro y protector que permita al niño desahogarse y gestionar sus emociones.
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El niño también debe pasar su propio proceso de duelo, estando atento de que no se quede estancado en ninguna de las fases como pueden ser la tristeza profunda o la rabia magnificada que podrían dar lugar a nuevos problemas o un duelo patológico.
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Cuando el adulto sufre, ni se debe dramatizar delante del menor ni hacer como si no pasara nada, pues entenderá que debe reprimir sus emociones provocando un efecto contraproducente y equivocado para aliviar su dolor. Debemos enseñar al niño que debe dejar fluir las emociones, pues esto permitirá asimilar lo ocurrido y evitará enquistar el sufrimiento.
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