¿No consigues que tu hijo obedezca tus indicaciones? ¿Quieres que tu hijo adopte actitudes más adecuadas? ¿No sabes como modificar esos comportamientos difíciles en la conducta de tu hijo?
Educar a un hijo es probablemente el trabajo más difícil al que podemos enfrentarnos, aunque quizás también se considere el acto de amor más importante y gratificante que puede existir. Como dice el dicho popular “no nacen con un manual de instrucciones”, por lo que intentamos hacerlo como mejor podemos. Si bien esta tarea no es fácil, en muchas ocasiones se ve complicada por la influencia del entorno, la propia personalidad que va formando nuestro hijo, los problemas cotidianos que surgen a diario, como las complicaciones del trabajo, el estrés, el mantenimiento de la casa, los conflictos maritales y un largo etcétera. Dentro de la educación, uno de los aspectos que provocan mayores conflictos es conseguir que nuestro hijo o hija obedezca nuestras indicaciones; en este caso deberemos intentar facilitar a nuestro hijo/a en la medida de lo posible el cumplimiento de esta tarea intentando no forzarla con un “porque yo lo digo”, pues es lo que suele terminar deteriorando la relación.
De forma general, cuando nos dirijamos a nuestro hijo/a es conveniente que le hablemos en un tono suave y cálido pero con una actitud firme y segura, de modo que sienta que controlamos la situación y se pueda sentir seguro. Detallamos a continuación ciertas claves que te ayudarán en este proceso.
Simplificar las normas de la casa, explicando, con un lenguaje que el niño pueda entender, el significado de cada una de ellas. Deben ser simples y claras, con frases sencillas y cortas, definiendo claramente qué ocurrirá cuando se cumplan y cuando no; y lo que se espera de él/ella.
Intentar formularlas en positivo, evitando el “no”. Si decimos “eso NO se hace”, debemos proporcionar un comportamiento alternativo para que el niño sepa cual es el comportamiento adecuado que se espera de él.
Que sean una a una, y no todas a la vez. Si no sabe realizar la tarea, se deberá establecer los pasos a seguir para conseguirla, ayudándolo las primeras veces que lo haga.
Cuando le demos las indicaciones, mirarle a los ojos y comprobar que ha estado atento y está comprendiendo lo que decimos, pidiéndole que nos las repita. Si es necesario sentarlo o cogerle de forma suave la cara para que nos dirija la atención.
Darle las indicaciones una o dos veces y no razonarlas demasiado, hacerlo una vez y si aún así, no lo hacen, pedirle que las cumpla sin contemplaciones.
No debemos excedernos en el número de órdenes, pues sino puede aturdirse y no cumplir ninguna de ellas.
Las tareas deben estar ajustadas a sus capacidades y que no sean arbitrarias para que no generen un clima autoritario ni resistencias.
Procurar indicarlas con un tono de voz neutro, es decir, sin añadirles una carga emocional que pueda confundirle.
Una vez que hemos conseguido que nuestro hijo o hija nos escuche y obedezca ciertas indicaciones utilizando estas u otras estrategias, estamos en condiciones de instaurar nuevas conductas y que éstas se repitan en el tiempo, como pueden ser hacer los deberes, poner la mesa, darse un baño, ect. Cuando queremos que nuestro hijo/a realice una determinada conducta y se repita, debemos fijarnos en cuáles son aquellas tareas que ya realiza de forma adecuada alabándole después de terminarlas. Este reforzamiento positivo debe realizarse de forma sincera, en un tono agradable y prestándole atención. Mientras ocurre, debemos mantener contacto físico con él de forma afectiva en forma de besos, abrazos, un choque de manos, incluso podemos agacharnos para estar a su altura, lo que potenciará enormemente que esta conducta se repita. En tareas que sean menos gratificantes para él/ella se puede establecer un sistema de recompensas, dejando claro qué recibirá una vez realizada la tarea y qué se le retirará si no realiza su cometido de forma adecuada. Estas recompensas pueden representarse en forma de alabanzas, afecto, ocio, atención o premios.
Ahora llega quizás la parte más complicada, que es cuando queremos extinguir una conducta determinada que ya está instaurada en el patrón conductual de nuestros hijos. A continuación, pasamos a enumerar algunas claves que te ayudarán en esta difícil tarea.
Priorizar los refuerzos a los castigos, es decir, si queremos que cambie una determinada conducta, pensar en aquella otra que puede reemplazarla y reforzar su realización.
Cuando realice una conducta inadecuada no prestarle atención. Esta falta de atención debe ser acorde con la conducta que queremos erradicar, no es aconsejable que dure mucho tiempo.
Cuando esté realizando la conducta inapropiada, anunciarle y recordarle la consecuencia que tiene, y después llevarlo a cabo, tal y como se lo hemos indicado.
Establecer consecuencias a corto plazo y ajustadas a la gravedad de la conducta.
Darle la posibilidad de comenzar cada día, sin acumular enfados, castigos, etc.. por aspectos secundarios. Si haga lo que haga va a estar castigado, finalmente volverá a realizar dichas conductas inadecuadas.
Cuando queremos expresarle que algo no nos ha gustado, debemos comunicárselo en un tono serio y firme pero sin reñirle y utilizando mensajes “yo”, en el que expresamos cómo nos sentimos porque una conducta suya ha provocado una determinada conducta, disgusto o enfado.
Si es una conducta violenta, apartarle durante unos minutos a un lugar más tranquilo, para que se calme.
Prever situaciones difíciles, para tomar las medidas adecuadas que nos permitan evitar que nuestro hijo/a se comporte de manera inadecuada.
Transmitirle la importancia de comportarse de forma adecuada cuando se está en otros contextos y en espacios públicos.
Educar a un niño no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía
ON TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN
Deja una respuesta