¿Te consideras una persona generosa? ¿Sientes compasión por aquellos que más necesitan? ¿Intentas agradar constantemente a los demás ofreciendo tu ayuda incondicional? ¿Cuidas antes a los demás que a ti mismo/a?
La generosidad del ser humano es el hábito de dar y entender a los demás. La generosidad puede también ser tiempo, dinero o trabajo para otros, sin la recompensa en vuelta. Ésta es una virtud que difícilmente se puede apreciar en los demás con objetividad, lo que para uno significa dar mucho, a otro le parece poco. Ser generoso es una cualidad muy necesitada hoy en día debido a las carencias que se están viviendo en nuestro país, y ya no hablamos sólo de generosidad con la comunidad o los más necesitados, en nuestro entorno, las personas generosas ofrecen sus manos, su tiempo y su dinero para ayudar a personas que consideran valiosas o que simplemente lo necesitan más que ellas. Sin embargo, podemos echar una mano a los demás cuando nos lo piden, pero no es un deber.
Muchas personas convierten actos altruistas en obligaciones, no se dan cuenta que la persona que le está ayudando no tendría por qué hacerlo y sin embargo lo hace. Cuando la persona ayudada tiene un fuerte carácter o infunde cierto temor o respeto a la persona que ayuda, lo más probable es que sea el origen de ciertas conductas de sumisión, es decir, lo que comienza siendo una ayuda termina siendo una carga, conviertiéndose en frustración pues la persona generosa no sabe como salir de esa situación sin tener que enfrentarse a la persona que está ayudando.
Otras veces, la generosidad va ligada a la inocencia, hay personas que creen en la bondad y que sus valores altruistas son compartidos también por los demás. Si estas personas generosas, además, poseen una baja autoestima y una deficiente seguridad en si mismos, pueden llegar a creer que siendo generosos van a ser más aceptados, queridos y amados por las personas a las que ayudan, y que en cierta manera, admiran y respetan. Se produce un conflicto en estos casos, pues pueden llegar a aprovecharse de la bondad de estas personas con ciertas carencias afectivas. Por tanto, hay que estar muy alerta ante los verdaderos motivos por los que una persona nos solicita ayuda y ser conscientes de hasta dónde podemos ayudar o dar sin que el ofrecimiento se convierta en aprovechamiento.
Si bien la generosidad se define por dar sin pedir nada a cambio, debe existir al menos una reciprocidad en el intercambio. Ésta puede venir en forma de gestos de agradecimiento, sensación propia de bienestar o ayuda o apoyo por parte de la otra persona. Lo que nunca debe ocurrir es que la persona se quede con la sensación de haber hecho algo mal, frustración, impotencia o ridículo. Si eres una persona generosa, que le gusta ayudar a los demás, ten en cuenta los siguientes aspectos:
-
Primero tú, después los demás: ten en cuenta que a la primera persona que debes ayudar es a ti mismo/a, una vez que tengas cubiertas tus necesidades podrás optar a ayudar a otras personas si lo deseas.
-
Ayudar no es obligatorio: hay personas que ayudan y otras que no, unas lo hacen mucho y otras menos. Cada uno es dueño de sus actos y todos están bien, siempre y cuando se respeten los propios derechos y los de los demás. No te sientas en la obligación de ayudar a nadie si no puedes o no quieres, si aún así la otra persona te lo solicita o se enfada, expón tus motivos sin dar largas explicaciones, es tu derecho decidir si ayudar y hasta qué punto hacerlo.
-
Sus problemas son suyos: no te martirices intentando solucionar los problemas ajenos o sufriendo por los demás. Cada uno lleva su camino y ha de aprender a su ritmo, podemos aconsejar, apoyar y animar hasta cierto punto, pero no podemos actuar por la otra persona ni hacerle cambiar de comportamiento si realmente no quiere o no está preparado.
-
Elimina la cadena de favores: muchas veces nos sentimos obligados a “pagar” ciertos favores que nos han hecho en el pasado, pero realmente la generosidad no consiste en eso, simplemente con un “Gracias” y el sentimiento positivo que genera ayudar a otra persona es suficiente pago a dicho acto. Si puedes ayudarle bien, pero elimina de tu vocabulario el “Tengo que hacerlo, porque él me ayudó en aquello otro”. De este modo, terminamos reduciendo la relación a cumplir con obligaciones en vez de compartir momentos gratificantes.
-
Prioriza: no puedes ayudar a todo el mundo, ni ser el paño de lágrimas de los demás, ni quedarte sin tiempo para ti mismo/a a cambio de satisfacer tu cualidad altruista. Una vez satisfechas tus necesidades, prioriza aquellos actos en los que te puedas comprometer, dejando espacio para resolver posibles problemas que puedan surgir en tu quehacer diario o simplemente para descansar, desconectar y cuidar de ti mismo/a.
Deja una respuesta